El viacrucis de la iglesia de Santa María, una obra de arte desconocida
Fue realizado por el artista placentino Antonio Blázquez en 1994 por encargo de don Teodoro Herrero
FRANCISCO V. CALLE
Martes, 1 de julio 2025, 21:15
El viacrucis que el artista placentino Antonio Blázquez realizó para la iglesia de Santa María de Jaraíz, en 1994, por encargo del entonces párroco, don Teodoro Herrero, es una obra desconocida, para «decorar» el enorme espacio vacío del muro de la nave del Evangelio, a ambos lados del vano de la puerta norte (tapiada). La ejecución de la obra, desde su concepción inicial hasta su instalación, duró un año y medio, debido a la magnitud y complejidad, pues el viacrucis está formado por dos grandes paneles horizontales que, en conjunto, miden 15 metros de largo por 1,5 metros de altura.
En estos paneles están representadas las 14 estaciones: siete a la derecha de la puerta norte y siete a la izquierda. A estas se añaden dos más para minimizar el hueco que quedaba entre el borde del viacrucis y el muro de los pies de la iglesia. Toda esta estructura está suspendida a tres metros del suelo para facilitar su contemplación, que en un principio estaba realzada por unos focos situados en contrapicado.
Arcilla y escayola
El conjunto está realizado con materiales muy frágiles, como son la arcilla y la escayola. De la combinación de ambos surge un enorme puzle compuesto por unas 820 piezas, en las que no se repite ningún motivo —ni figurativo ni abstracto—, pese a que, visualmente, se presenta como una estructura rítmica y regular.
Las piezas de arcilla fueron sometidas a diez cocciones. Destacan especialmente los pináculos que rematan la obra, tallados antes del secado para la cocción, así como las losetas que forman los relieves. Aunque todas parecen del mismo tamaño, fueron diseñadas de tal forma que ninguna junta corta elementos delicados del modelado, como rostros o manos.
No es un viacrucis tradicional
Más allá de las dificultades técnicas —que ya confieren a la obra un mérito innegable—, otra de sus características distintivas es la propia estructura del viacrucis. No se trata de uno tradicional, con estaciones exentas y repartidas por la nave, sino de una disposición agrupada: 14 estaciones divididas en dos conjuntos de siete, situados a ambos lados del vano de la puerta. Esta distribución no responde solo a una necesidad espacial, sino también a una clara intención simbólica: cada estación reproduce la estructura de un sitial de una sillería de coro. En la parte correspondiente al respaldo del sitial se representan las escenas tradicionales del viacrucis; por debajo, un conjunto de elementos semicirculares remite a los apoyamanos y pomos de las sillerías; y en la zona inferior, unos triángulos con máscaras evocan directamente las misericordias de los sitiales. Esta estructura, inspirada —según palabras del autor— en la sillería de la catedral de Plasencia, es clave para entender el significado iconográfico del viacrucis.
En cuanto a la iconografía, las 14 estaciones se basan en la tradicional del tema, aunque adaptada al estilo y sensibilidad del artista, para quien es fundamental representar a Jesús como hombre sufriente, como 'varón de dolores'. Por ello, Cristo aparece representado desnudo en todas las estaciones, excepto en la última. La visión de su cuerpo maltratado, humillado, con los músculos en tensión y en posturas alejadas de las representaciones convencionales —como la de la crucifixión— refuerza la carga simbólica de las escenas. Además, estas se convierten en un pequeño compendio de la historia del arte: Blázquez se inspira no solo en grandes obras de la antigüedad clásica o en maestros como Cellini, El Greco, Rubens, Goya o Picasso, sino también en fuentes contemporáneas como el cine de Scorsese o Kubrick. Estas referencias son muestra de la singularidad de esta obra.
Obra singular y única
La forma de sillería de coro permite al artista utilizar los elementos semicirculares bajo las escenas para representar motivos relacionados con la naturaleza y con el ser humano entendido como especie. Así, se representan la vida y la muerte mediante un feto y un esqueleto; el sexo, a través de un hombre y una mujer que muestran sin pudor sus órganos sexuales; o la función excretora, simbolizada por un hombre orinando de espaldas. Son temas chocantes que solo pueden entenderse dentro del contexto formal del viacrucis como sillería. Esos 'apoyamanos' son un claro ejemplo de la 'marginalia', esas representaciones en los márgenes tan comunes en el arte medieval —en canecillos, arquivoltas, capiteles, molduras, gárgolas o sillerías de nuestras iglesias y catedrales. En ellos, Blázquez presenta de forma sintética un mundo complejo y diverso que será redimido por la muerte de Cristo.
Finalmente, en los remates triangulares que cierran la base del viacrucis —ecos directos de las misericordias de los coros— aparecen 18 máscaras, cada una más grotesca que la anterior, simbolizando el mundo del mal, relegado a la parte más baja de la obra y aplastado por el peso del sufrimiento redentor de Cristo en su camino hacia la cruz.
Por todo ello, es un obra singular y única por múltiples razones: tamaño, los materiales empleados, la complejidad técnica de su ensamblaje, estructura en forma de sillería de coro, la delicadeza del modelado y la riqueza artística y simbólica que encierra. Una obra singular que, como el arpa de Bécquer, yace abandonada, cubierta de polvo y deteriorándose poco a poco, esperando una mano restauradora.
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