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Rollo o picota, en el mirador del parque Los Bolos. M.D.CRUZ
El precio para no ser aldea de Plasencia: la venta de la barca para cruzar el río Tiétar

El precio para no ser aldea de Plasencia: la venta de la barca para cruzar el río Tiétar

Jaraíz consiguió independizarse de la ciudad de Plasencia en el año 1680, a la que perteneció cinco siglos

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Domingo, 28 de marzo 2021, 13:06

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Jaraíz fue una aldea de Plasencia hasta el siglo XVII. Logró independizarse vendiendo la dehesa del Rivero, regada por el Tiétar, y una barca sobre este río. Para ir al Campo Arañuelo, Madrid o Sevilla los viajeros tenían que utilizar la barca, ya que el puente actual no se construyó hasta los años cuarenta del pasado siglo. Pascual Madoz fija el hecho histórico o momento en que Jaraíz se redimió de Plasencia en el año 1680.

Por su parte, la historiadora Martiria Sánchez López difiere en lo del año. Sus investigaciones han dado como resultado que la independencia jaraiceña se materializó cinco años después. «Jaraíz como aldea de Plasencia estuvo bajo su jurisdicción casi cinco siglos, desde su nacimiento como concejo en el siglo XIII hasta finales del XVII, en 1685, fecha en la que compró el 'privilegio de villazgo' a la ciudad, con el que obtuvo su total autonomía», asegura.

Dependencia casi feudal

Cuenta que la dependencia de Plasencia era muy diversa, en algunos aspectos casi de tipo feudal. «En primer lugar, la jurídica, por lo que la justicia no se administraba en Jaraíz sino en la ciudad». A partir de convertirse en una villa de realengo también fue una de las Vicarías del Obispado de Plasencia, por lo que no solo se administraba la justica a los vecinos de la población sino también a los de los 36 lugares de su demarcación que abarcaba las comarcas de la Vera y el Campo Arañuelo. Esto sucedió hasta su desaparición en el siglo XIX y la creación de los partidos judiciales, perdiendo entonces esta potestad, y así continúa, dependiendo otra vez de Plasencia en esta materia, pese a las reivindicaciones para que se cree uno en la comarca con sede en Jaraíz.

Otro de los sometimientos que tuvieron que padecer los jarentinos fue en lo militar. «Estaban obligados a defender a la ciudad participando en las huestes concejiles», recalca. Y no solo eso, en lo fiscal tampoco se escapaban, dice, incluso con agravios comparativos. «Había diferencia fiscal entre los vecinos, pues los jaraiceños, al igual que los demás aldeanos, tenían que pagar más impuestos». Las discriminaciones llegaban aún más lejos. «También el Fuero estipulaba una cantidad mayor para el que contrajera matrimonio con una mujer de la ciudad que con una aldeana o jaraiceña».

Adehesar sus territorios

En relación a las uniones, Martiria Sánchez destaca otro aspecto: el del 'vínculo patrimonial', por el que Plasencia podía 'adehesar' sus territorios, es decir, incorporar parte de las dehesas de las aldeas, arrendarlas y concederlas. «Jaraíz y las demás estaban obligadas a contribuir al abastecimiento de la ciudad de ciertos productos como carnes, maderas, vinos y otros. Sin embargo, el concejo jaraiceño tenía capacidad para poseer bienes comunales: dehesas, ejidos, fuentes, etcétera, reconocidos por el Fuero de Plasencia, además de la capacidad para actuar con independencia en gran parte de los asuntos políticos-administrativos».

La impartición de la justicia y otros menesteres pasan a ser potestad del concejo local tras concederse a Xarahíz el 'Privilegio de Villazgo' en el año 1685. «Con este privilegio pasó a tener categoría de Villa y Jaraíz va a patentizar su independencia en la erección del rollo o picota. Este monumento simboliza el poder jurídico. Es decir, la libertad de aplicar la justicia, la máxima justicia o el derecho de ajusticiar», enfatiza. El rollo o picota se levantó en la plaza de Santa Ana, entonces situada a las afueras de la población. Allí se encontraba también el cementerio, el cual fue trasladado al actual emplazamiento a finales del siglo XIX.

Al remodelarse la plaza, en plena posguerra, el rollo se desmanteló y las piedras se esparcieron por las escombreras, recuperándose la mayor parte a principios de la década los setenta. Concretamente, fue reconstruido en el año 1971, instalándose en el mirador del parque Los Bolos, donde permanece y tiene como fondo a la sierra de Gredos. «Es un pequeño pódium escalonado en el que se eleva un pilar cilíndrico con sencilla basa y capitel toscano. Sobre éste va el mayor volumen con molduras que lo enmarcan y de aquí parten tres brazos hechos testas escultóricas que representan especies animales o monstruos un tanto grotescos.

Tan patético como su funcionalidad lo requiere. Termina en un pináculo cónico que luce un pequeño emblema en bajo relieve donde apenas se percibe un pequeño grabado, que parece el lobo que quedará como uno de los símbolos en el escudo de Jaraíz y tiene la inscripción de la fecha en que fue construido, 1689, cuatro años después de la concesión del título de villa», describe. En la actualidad, el rollo o picota constituye uno de los símbolos identificativos de la localidad.

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