Pablo Jiménez, hermano de Joaquín Jiménez, expárroco de Jaraíz: «Estaba vivo, contento y alegre, y de pronto desaparecido y sin poder hacer nada»
«No pudimos verle, ni hablar con él. Murió solo. Tras días de trámites, conseguimos que lo llevaran a Jaraíz de la Vera, donde él quería ser enterrado. No pudimos hacerle su funeral»
Joaquín Jiménez era natural de Malpartida de Cáceres. Se crio en Navalmoral de la Mata y fue párroco en Jaraíz de la Vera durante 53 años. Llevaba cinco viviendo en una residencia de ancianos en Madrid. «Cuando se jubiló, le dedicaron hasta una calle. Ya en la residencia, seguía teniendo mucha actividad. Incluso creó un coro. Estaba de salud perfectamente hasta que un día empezó a encontrarse mal. Era como si le hubiera dado un ictus, pero no tenía los síntomas que, por entonces, en la primera quincena de marzo, se pensaba que padecían los afectados por el virus. Así que al ver que las constantes eran normales volvió a la residencia», recuerda su hermano Pablo.
A los pocos días, volvió a encontrarse mal y optaron por recurrir a la sanidad privada. Le vieron, pero no tenía los síntomas compatibles con la covid. «Hubo una tercera vez y ya exigimos que lo ingresaran y le hicieran las pruebas precisas. Ahí ya dio positivo, pero tenía encefalitis y los dos pulmones atacados», cuenta su hermano.
Falleció el 22 de marzo a los 82 años. «No pudimos verle, ni hablar con él. Murió solo. Tras días de trámites, con las compañías de decesos desbordadas, conseguimos que lo llevaran a Jaraíz de la Vera, donde él quería ser enterrado. No pudimos hacerle su funeral», lamenta Pablo, que no ha tenido la oportunidad de comenzar el duelo, al igual que el resto de su familia. Entre ellos, sus hermanos Jesús, María del Rosario y la viuda de otro hermano fallecido (Antonio) hace años, Teresa Alvira. Ninguno lo olvida.
«Mi hermano falleció cuando se estaban viviendo los peores días. Cuando pienso en ello es horrible», reconoce. «A mi hermano no le he visto muerto, ni muriéndose, ni enfermo. Lo que recuerdo de él es que estaba vivo, contento y alegre, y de pronto desaparecido y sin poder hacer nada». Su sentimiento es de «tristeza enorme».
Pablo, al igual que el resto de su familia, espera poder hacerle una misa en su honor cuando sea posible. «Era una persona que ayudó a mucha gente e hizo una gran labor pastoral. Estaba muy implicado en la cultura a través de la música y embelleció la iglesia de San Miguel de Jaraíz de la Vera, donde le querían mucho».
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