

álvaro rubio
Domingo, 29 de abril 2018, 12:35
Jesús Hernández vivió hace dos semanas un día que no olvidará nunca. Recibió la beca que le acredita como integrante de pleno derecho de la tuna de Magisterio, llamada así aunque ni la titulación ni el centro universitario mantienen ya la denominación.
Llevaba dos años demostrando su compromiso con esta agrupación musical y por fin ha logrado su objetivo. «Desde pequeño quería ser tuno», comenta este jaraiceño, Cortinilla, tal y como le conocen sus compañeros.
A su lado está El Galgo, Bárcenas, El Pintas y Escombro. «Una vez que entras en la tuna recibes un mote, hay componentes a los que ni siquiera conozco por su nombre», dice entre risas Jorge Gallardo (El Galgo), uno de los veteranos.
Él fue el último en entrar en la afamada tuna de Veterinaria. Lo hizo justo antes de que se disolviera, hace una década. Luego empezó a participar en momentos importantes con la de Magisterio, la única que existe actualmente en Cáceres y la más antigua de Extremadura. Sólo hay tres más en Badajoz, Plasencia y Almendralejo.
Jesús Hernández estudia Derecho y ADE Jorge Gallardo Auxiliar de farmacia. Los componentes de esta agrupación reconocen que ya no se apunta a sus filas tanta gente como antes. «Aunque la esencia es la misma, hay cosas que cambian, por ejemplo ahora hay tunas femeninas»
La cacereña la componen medio centenar de hombres aunque sólo 15 participan semanalmente en sus actividades. «Se siguen haciendo serenatas y rondas, aunque es verdad que menos. Si antes se realizaban todas las semanas ahora son una vez al mes», coinciden los veteranos al referirse a una tradición que ha vivido tiempos mejores.
Hoy sobrevive a base de folclore y mucha picaresca, la misma que esconden tras una capa que sigue soportando las críticas que les tildan de ligones, machistas y trasnochados.
«Los hay que son estudiantes, doctores, licenciados, graduados, opositores; los hay solteros, casados, con hijos y sin ellos. Hay de todo. Simplemente somos un grupo de amigos que busca alegrar las calles y pasarlo bien. La única diferencia es que salimos con un traje, tocamos instrumentos y cantamos canciones», explica José María Alegre, un tuno cacereño graduado en Derecho y ADE que actualmente está opositando para ser profesor de Economía. «Se dicen muchas cosas, pero son prejuicios, muchos aspectos han cambiado. Por ejemplo, ahora hay varias tunas femeninas en distintas ciudades de España», añade.
Él, junto a sus compañeros, ha recorrido numerosos pueblos de Extremadura cantando en bodas, bautizos, jubilaciones, despedidas de soltera y cumpleaños, entre otras celebraciones. «Las chicas nos siguen pidiendo muchas canciones por la calle. Somos los juglares del siglo XXI y nos adaptamos a los tiempos. Igual que cantamos 'Clavelitos' podemos tocar 'Despacito' de Luis Fonsi», comenta entre risas José María, quien apunta que «la esencia sigue siendo la misma».
Ahora, entre serenata y serenata, suben la actuación a Facebook, Twitter e Instagram, redes sociales que también les ayudan para conseguir más contratos. «No se vive de esto, es simplemente un hobby», destaca Alegre, quien espera que continúe la tradición.
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