Cáritas Jaraíz lleva años atendiendo a los desfavorecidos y vulnerables de la localidad. Cuenta con un grupo de voluntarias que ayudan a llenar la cesta de los alimentos a los vecinos que peor lo pasan en las épocas de crisis como la reciente.
La sede de Cáritas Jaraíz (ubicada en la castiza calle Morenos, en plena judería jaraiceña) es la despensa para bastantes familias de la localidad y transeúntes. Es su alhacena, pero también el ropero, porque algunas personas se pueden vestir gracias a este servicio de Cáritas.
Pero no solo la comida y la ropa, aunque especialmente la comida (la más demandada) es lo que reciben quienes está en situación precaria y riesgo de exclusión social. Cuando hay amenazas de corte de luz o de desahucio, Cáritas lo evita abonando ya sea el alquiler o el recibo de la hipoteca. También paga la bombona de gas a quien no tiene dinero para comprarla. Atiende a quienes sufren el drama del paro, la escasez o la miseria dando lo que recibe de instituciones como el Banco de Alimentos, los donativos de los particulares y las cuotas de los socios.
Para que la gente no pase hambre o se quede sin luz hay otras personas que trabajan y ayudan de manera desinteresada. Lo hacen por solidaridad. Son las voluntarias de Cáritas. Ellas y el párroco, Juan Antonio Corrales, incluso, no dejaron de hacerlo durante el confinamiento, en el caso de las jóvenes.
«Llevamos a cabo nuestra labor con el corazón», dicen, y ese es el eslogan de Cáritas Jaraíz.
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