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Marcelo Muñoz, de 89 años, nació en Jaraíz de la Vera y reside en Madrid. HOY
Un jaraiceño, el mejor amigo de China

Un jaraiceño, el mejor amigo de China

El gigante asiático ha reconocido al jaraiceño Marcelo Muñoz como Embajador de Amistad, título que solo tiene otro europeo, el fallecido Samaranch

REDACCIÓN

Jueves, 17 de octubre 2024, 23:03

El 24 de enero de 2008, el teatro-cine Avenida de Jaraíz de la Vera fue escenario de la presentación del libro 'El enigma chino. Treinta años de observador' (Editorial Espejo de Tinta), obra del jaraiceño Marcelo Muñoz Álvarez, sobrino del que fuera durante más de medio siglo arcipreste de Jaraíz, Marcelo Giraldo Buhavén.

Hace unos días, el 11 de octubre concretamente, ha sido recibido por Xi Jinping, presidente de China, tras ser nombrado Embajador de la Amistad con el Pueblo Chino. El encuentro se produjo en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín. Allí, Muñoz tuvo ocasión de agradecer en persona a Xi Jinping ser uno de los únicos europeos con esta distinción.

Solo dos europeos, pues, ostentan el título de Embajador de Amistad del Pueblo Chino y ambos son españoles: el ya fallecido Juan Antonio Samaranch –al que China quiso agradecer sus esfuerzos para que el país tuviera sus Juegos Olímpicos en 2008– y Marcelo Muñoz, un economista nacido hace 89 años en Jaraíz de la Vera, que a mediados de septiembre recibió la llamada de la embajada china para comunicarle su nombramiento, una noticia que acogió «honrado, feliz y con muchísima ilusión».

Muñoz ha recibido la alta distinción de manos del presidente Xi Jinping en una cena de gala que se celebró en Pekín, el 11 de octubre, la cual se enmarca en el 75 aniversario de la proclamación de la República Popular China. Este nombramiento es un honor que los chinos reservan exclusivamente a sus amigos «más queridos».

Méritos para ser distinguido

Marcelo lleva 46 años de relación comercial, intelectual y vital con China. Por ello, posiblemente sea uno de los europeos que mejor conoce los entresijos políticos del Gran Dragón, así como su cultura, historia y economía. Fue el primer español en abrir una oficina comercial en China en 1978 y desde entonces ha realizado 130 viajes al país. Ha vivido seis años en aquellas lejanas tierras, que ha recorrido varias veces, conoce más de un centenar de ciudades y ha introducido en China a 150 empresas españolas.

Paralelamente ha escrito cuatro libros sobre el coloso asiático: 'El enigma chino', 'China 2025', 'La China del siglo XXI' y el más reciente, 'China ha vuelto para quedarse', que va a ser traducido al chino, inglés, francés, alemán, coreano y japonés. Además, es cofundador de Cátedra China, un laboratorio de ideas que nació en 2012 como espacio de diálogo entre España y China e integrado por intelectuales, empresarios y expertos en ambos países. Y también preside la Fundación Cátedra China, de reciente creación.

Marcelo, que además de economista es filósofo y teólogo, aterrizó en Pekín a finales de los 70 al calor de la política aperturista que iniciaba el entonces presidente Deng Xiaoping para alentar las inversiones extranjeras. «Él hablaba de apertura y nosotros nos lo creímos», recuerda Muñoz, que vio una oportunidad en el sector del comercio exterior que en aquella España posfranquista andaba en pañales.

Una consultora para abrir mercado

Para abrir mercado en China a las firmas españolas creó la consultora Incoteco. «Yo llamaba a las empresas para contárselo y salían corriendo, jajaja. '¿Negocios con la China comunista?', me decían». Pero hubo compañías (Repsol o Cepsa, por ejemplo) que, con más clarividencia, sí vieron la oportunidad, aceptaron los servicios de este pionero y lograron multiplicar su volumen de negocio.

Desde aquel 1978 ha sido testigo desde dentro de la asombrosa transformación de China en estas últimas cuatro décadas en las que el país ha pasado de ser la potencia 120 del mundo a la segunda. «Creo que no hay ningún español ni europeo que tengan esa experiencia tan directa y continuada», apunta un poco dolido (aunque no lo dice) por el silencio del Gobierno de Sánchez ante un nombramiento tan extraordinario que es el único europeo vivo que puede presumir de ello.

Solo se arrepiente de no haber aprendido «bien» el mandarín. «lo intenté y daba clases todos los días al final de la jornada, pero a esa hora me llamaban desde Madrid y, hablando en plata, me jodían la clase», pero al menos lo chapurrea lo suficiente como para poder agradecer al discreto Xi la medalla que le entregó el pasado día 11 de octubre y «que pone la guinda a una vida dedicada a China».

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