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Domingo, 22 de septiembre 2024, 14:43
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La iglesia parroquial de Santa María de Jaraíz de la Vera fue declarada el 21 de noviembre de 1990 bien de interés cultural con categoría de monumento por el Ministerio de Cultura, estando al frente del mismo Jorge Semprun y Maura.
Asimismo, está considerada por los historiadores el mejor conjunto arquitectónico religioso de la comarca de la Vera. En este sentido, la profesora e historiadora jaraiceña Martiria Sánchez López dice que se trata de la mejor muestra del arte religioso de la Vera y una de las más bellas de Extremadura. «Llama la atención por su grandiosidad, magnificencia y amplitud», resalta.
Ostenta también el privilegio de ser la primera en levantarse en la zona. En el año 1217 el papa Honorio III concede al arzobispado de Toledo las rentas de las iglesias de una serie de pueblos, entre ellas la de Jaraíz de la Vera. Mediante una bula autoriza la construcción de la primera iglesia en la localidad. Concretamente, el 8 de febrero de 1217, fecha en la que por primera vez se escribe en un documento notarial su nombre: Safariç.
Tras ser liberada Toledo de los sarracenos en el año 1085, otros lugares fueron paulatinamente cristianizándose y levantándose en cada uno de ellos una iglesia.
El entonces arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez Rada, pidió a Honorio III que definiera qué iglesias quedaban adscritas a su jurisdicción y el Papa le contestó con una bula, en la que se especificaban los nombres de los 23 lugares adscritos a Toledo, entre los que estaba Safariç: junto al río Tiétar y el Campo Arañuelo hacia Toledo, descripción geográfica que en la bula aparece redactada en latín ('et Safariç iuxta flumen quod dicitur Tyetar cum toto campo de Aranuelo versus Toletum').
La bula o el texto original de la misma se encuentra custodiada en el Archivo Capitular de la catedral de Toledo. Fue descubierta hace siete años por el historiador jaraiceño Carlos Muñoz Álvarez. Hasta entonces solamente se conocía la existencia de un cartulario del Archivo Nacional, de la que se hizo eco en el año 1991 Martiria Sánchez López.
De la primera construcción solo se conserva una parte del muro sur a un lado y otro de la portada. El primitivo, de estilo románico data del 1217 al 1254. Sobre este edificio se levantó la fábrica actual hacia el 1410 y terminó alrededor del 1500.
Es de estilo gótico y dimensiones bastantes amplias. Esto es, son de 34 metros de largo por 17 de ancho, de base rectangular, ábside poligonal de cinco lados y tres naves con cuatro tramos.
En el templo destacan principalmente siete elementos. En el exterior, la portada sur o del mediodía. Una composición arquitectónica y escultórica. Pertenece a la transición del románico al gótico, con elementos decorativos de origen vegetal y animal. De los capiteles, el segundo está considerado el más valioso de todos por su rareza iconográfica, en el que dos mujeres lavan sus cabellos en una tinaja.
Aparentemente, esconde muchos misterios, pero, en realidad, lo que describe son pasajes del Nuevo Testamento y un sinfín de curiosidades, como ha desvelado el profesor del IES Maestro Gonzalo Korreas Francisco Vicente Calle.
El rosetón es otra de las partes interesantes del templo. En opinión de Martiria Sánchez, a juzgar por las basas de las columnas y ménsulas pudo hacerse a finales del siglo XVI, mientras que hay algunas hipótesis que apuntan que es muy posterior. Por el contrario, las vidrieras son modernas, de los talleres Granda.
La torre, en cambio, es una construcción de finales del siglo XV. Al levantarse airosa y esbelta da prestancia al templo. Consta de tres cuerpos en altura. El último está rematado por dos arcos que se cruzan en el centro, articulando una bóveda de crucería. Exhibe un escudo episcopal.
En el interior, cabe destacar el cuerpo de la iglesia, formado por tres naves de cuatro tramos de longitud separadas por seis esbeltas columnas, pero, sobre todo, la capilla mayor del presbiterio y el retablo, una gran pieza de estilo churrigueresco, construido a finales del siglo XVII y en la parte superior un crucifijo de la primera mitad del siglo XV. Debajo, en la hornacina central, una imagen de la Virgen de la Asunción de estilo barroco perteneciente a la escuela de Luis Salvador.
Además de la portada del mediodía, el rosetón, la capilla mayor del presbiterio, retablo churrigueresco y torre renacentista, a todo esto y más, hay que añadir el viacrucis.
Es una composición alargada realizada por el profesor y artista polifacético placentino Antonio Blázquez, pero «única y singular», en palabras del profesor del IES Maestro Gonzalo Korreas, Francisco V. Calle Calle, que ha estudiado esta obra de arte moderno pero que sigue patrones del pasado en algunos casos y en otros rompe moldes. «No es un viacrucis tradicional con las estaciones separadas de una en una. Curiosamente, está formado por dos grandes bloques separados», explica Calle. «Es una especie de friso a media altura en la pared», resume, y no constituyen las únicas singularidades. Por ejemplo, la disposición de las escenas.
Analizando la obra, entre otros detalles, llama la atención una estatua que preside la estancia de Pilatos, del que solo se ve un pie. «Es evidente que el artista se ha inspirado en la estatua de Benvenuto Cellini, que representa a Perseo. No es el único homenaje a la historia del arte. Revisando los paneles, al contemplar la segunda estación surgen 'Las Lanzas'; en la octava, 'Los fusilamientos del 3 de mayo; o en la décima, la cara del Cristo de Velázquez», por citar algunas, recalca.
Define a este viacrucis como «arte intemporal frente a esquemas tradicionales», en la que se dan otras licencias artísticas como la de la Verónica sin paño. «O la del Cristo metido en el túnel de la muerte, literalmente», dice, mientras que en la parte inferior aparecen los apoyamanos de las sillerías góticas. «A primera vista representan temas que parecen escandalosos. Y más abajo, en los triángulos que cierran cada panel, unas máscaras grotescas semejantes a las misericordias de las sillerías de los coros de las catedrales».
Estas máscaras, en su opinión, son la clave para que este viacrucis sea tan «particular en forma de sillería», apoyándose con profusión en la historia del arte, representando el mundo desde su pasado fosilizado hasta el futuro lejano, como el feto, que puede remitir a '2001: una odisea en el espacio'.
Este singular viacrucis es de terracota y escayola. «En él, el artista placentino representa, aprovechando la estructura de una sillería de coro, no sólo la pasión de Cristo, en el registro superior, sino también el mundo con los reinos de la naturaleza, la vida, la muerte, las pulsiones sexuales, en la zona intermedia, y el inframundo en forma de máscaras, en la parte inferior, que correspondería a la zona ocupada por las misericordias. Una verdadera joya iconográfica», apostilla.
La riqueza de la iglesia de Santa María abarca más aspectos, como la heráldica, la imaginería, platería y otros ornamentos singulares que justifican que haya sido declarada bien de interés cultural con categoría de monumento.
Por eso, requiere una mayor atención por parte de las administraciones, toda vez que está necesitada de actuaciones tanto en los muros exteriores como en la techumbre y controlar el deterioro a que está sometido el edificio por parte de las aves, especialmente por las palomas (que no cesan de acosar a las colonias de los cernícalos primillas para expulsarlos) y los nidos de las cigüeñas.
A todo esto, hay que sumar también los agentes exteriores. Por ejemplo, que la Cuesta de la Torre se haya convertido en un peligroso e innecesario paso de vehículos en los dos sentidos, a modo de atajo para ir a la avenida de la Montaña. Esto ocurre desde que se suprimieron las escalinatas y en su lugar se construyó una rampa. Durante los primeros años había unos pivotes que impedían la circulación, pero han desaparecido y no han vuelto a reponerse.
Aparte del peligro que representa el tráfico para las personas que entran o salen de la iglesia, las vibraciones acabarán poniendo en serios apuros a la conservación de las estructuras y cimientos del templo. En muchas poblaciones se ha erradicado, precisamente, el tráfico alrededor de iglesias y monumentos para que no se resientan por el ruido o la contaminación. En este caso, obviamente, por lo primero.
Tampoco favorece que junto al muro que bordea al ábside, en la Crucera de Santa María, en dirección a las calles Fontana y Jaime de Jaraíz estén colocados los contenedores de basura, a veces rebosando y esparcida por el suelo. Esto afea a la iglesia enormemente.
Y más, siendo el principal monumento de la localidad y de los más relevantes de la comarca. No obstante, para este problema hay soluciones o alternativas. Esto es, para ubicar los recipientes de los residuos, que ocultan la fuente de la Crucera.
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