Es uno de los extremeños que han sido trasplantados y que ha querido contar su historia, al igual que otros, para que la gran cadena de solidaridad que les permite seguir viviendo no acabe nunca.
Sus padres conocían de sobra los síntomas. «Dos hermanos a los que yo no conocí murieron de la misma enfermedad, la glomeruloesclerosis segmentaria y focal», explica José María. Tenían cinco años, la misma edad a la que a él le dejaron de funcionar sus riñones por idéntico motivo. «Pero las cosas habían cambiado afortunadamente y yo entré con esa edad en diálisis en el Hospital de La Paz; mi padre me llevaba tres veces allí cada semana». Hasta que le hicieron el primer trasplante cuando tenía 11 años. «Me pusieron uno que me duró cinco años; mi trasplante fue el primero infantil que se hizo en La Paz».
Su nuevo riñón comenzó a funcionar y José María logró normalidad. «Pero mi enfermedad regresó y el órgano dejó de funcionar después de esos cinco años, por lo que tuve que volver a la diálisis, aunque esta vez peritoneal, por lo que la podía hacer en casa».
Así estuvo casi dos años, hasta que llegó su segundo trasplante. El 21 de marzo de 1992, de nuevo en el Hospital de La Paz. «Este segundo me duró 15 años y, aunque no fue todo de color de rosa en este tiempo, porque tuve periodos de ingreso por el rechazo al órgano, los fui superando, a la vez que trabajaba y estudiaba Derecho por la Uned».
Su enfermedad no tuvo nada que ver para que la fatiga regresara a su cuerpo como síntoma claro de que el riñón, tras 15 años, dejaba de funcionar. «Por eso, de nuevo a hemodiálisis otro año y medio aproximadamente». Hasta el 25 de noviembre de 2007, cuando se sometió al tercer trasplante en el Hospital Clínico San Carlos.
«Tomo diez pastillas todos los días, pero ya hace 10 años que tengo el riñón y sigo perfectamente, disfrutando de esta vida gracias a mis tres riñones, lo que hubiera sido imposible sin los donantes», afirma el hoy alcalde de Cuacos de Yuste, en La Vera, y responsable de la Administración de Correos de Jaraíz.
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