«Estar en Yuste es como un anticipo de lo que podría ser el cielo»
LA EXTREMADURA DE...
Enrique Moradiellos nació en Oviedo en 1951 y llegó a Extremadura en 2007. Es catedrático de Historia Contemporánea de la UEx, vive en Cáceres y antes ha residido en Oviedo, Madrid y Londres.
–¿Por qué vino a Extremadura?
–Conseguí una plaza de profesor de Historia Contemporánea en la UEx y me trasladé de Madrid a Cáceres.
–¿Qué impresión tuvo al llegar?
–Había estado en Cáceres durante una excursión universitaria en 1982 y me había gustado mucho su ciudad monumental, tan bien conservada y preservada. Así que cuando volví a pisar la ciudad en 1994 reafirmé mi primera impresión: era un verdadero lujo para un historiador, por su belleza histórico-cultural y por la entidad de su patrimonio monumental. Hay muy pocas ciudades de estas características en Europa y en el mundo.
–¿Cuál es la mayor diferencia que ha encontrado entre el modo de vida de aquí y el de Oviedo?
–Nací en Oviedo y luego viví en Londres y Madrid. Así que el contraste con la forma y ambiente de vida en Cáceres era bastante acentuado en comparación con esas tres ciudades. Cáceres mantiene la escala humana y es mucho más «familiar» en la vida cotidiana.
–¿Cómo le recibieron aquí?
–Francamente bien. No me costó nada ir integrándome en la vida cacereña y en la de la universidad extremeña.
–¿Tardó en acostumbrarse a vivir aquí o se adaptó enseguida?
–Por haber vivido en tantos sitios, tengo una especial capacidad de adaptación al medio, que me ha ayudado mucho en la vida, creo. Y esa capacidad me ayudó a adaptarme al 'tempo lento' de la ciudad y de la provincia. También es verdad que cuando decidí quedarme a vivir en Cáceres ya había cumplido los 40 años y estaba un poco «de vuelta» de las delicias de la gran ciudad.
–¿Cómo ha cambiado su visión de la región en el tiempo que lleva aquí?
–Me estoy «haciendo» muy cacereño y muy extremeño en muchos planos, sin perder mis raíces asturianas. Pero reconozco que cada vez me gusta más la luminosidad de los días en Extremadura, la calma de su dinámica urbana y provincial, la facilidad de las relaciones humanas y de las gestiones administrativas. Todo está cerca y todo es accesible. Es uno de los activos de la vida provincial, que lejos de ser una servidumbre, es una bendición a ciertos años y para ciertas materias.
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–¿Podría definir Extremadura con tres palabras?
–Tierra de grata acogida. Y de luminosidad cegadora.
–¿Qué es lo que más le conquistó de esta tierra?
–Su luz y sus colores tan brillantes y diáfanos. Casi a la par, la bondad y gentileza, franca y sencilla, de sus gentes. Es raro encontrar por aquí personas malencaradas o violentas, afortunadamente.
–¿Y lo que menos?
–A veces, cierta dejadez vital y falta de iniciativa enérgica y persistente.
–¿Qué destacaría de los extremeños?
–Su naturalidad sin afectación.
–¿Qué cree que necesita Extremadura para su desarrollo?
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–Buenas comunicaciones que atraviesen su espacio de norte a sur y de este a oeste. Y ello requiere no solo un tren de mínima velocidad a Madrid (y Lisboa), sino también más comunicación a lo largo de la Vía de la Plata, para enlazar con el norte cantábrico y con el sur andaluz. Y, desde luego, un buen aeropuerto en el centro de la región.
–¿Cuáles son sus sitios favoritos de la región?
–Soy un enamorado del emplazamiento del Real Monasterio de Yuste, a los pies de la montaña y a la vera de una llanura casi infinita, con una fusión de belleza natural, riqueza patrimonial y evocación histórica. No me extraña que todo un gran emperador escogiera ese lugar para despedirse de la vida y de su obra. En días de primavera y otoño, sobre todo, con buen clima y temperatura, estar en Yuste es como un anticipo de lo que podría ser el cielo para los humanos.
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–Extremadura es un paraíso natural ¿en qué sitios le gusta perderse?
–Me causó especial impresión la comarca de la Sierra de Gata, que me recordó muchísimo a la zona occidental de Asturias, incluso por el modo de hablar de sus paisanos, por la presencia de la pizarra aflorando entre bosques. Y también me gustó mucho la comarca del geoparque de Villuercas-Ibores, que es espectacular tanto como monumento natural como en términos de patrimonio histórico-cultural.
–¿Qué rincones recomendaría visitar de Cáceres?
–La plaza de Santa María en el corazón de la ciudad monumental, que permite ver sin moverse una catedral gótica, un palacio episcopal renacentista, un palacio civil también renacentista y, a lo lejos, una puerta de acceso de estilo barroco. Uno parece estar en el siglo XVI y vivir en aquella época sin asomo de 'modernidad' impostada.
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–¿Qué echa de menos en Cáceres?
–El mar o la cercanía del mar.
–¿Los servicios públicos con los que cuenta son suficientes? ¿Y las propuestas culturales y el comercio?
–Para las dimensiones de la ciudad y para la composición social de sus habitantes, la oferta disponible es muy digna y acertada.
–¿A qué dedica su ocio?
–Tengo solo uno radicalmente necesario y vital: la lectura. Y es fácil de satisfacer en cualquier sitio, condición y tiempo.
–¿La cercanía con Portugal es un aliciente? ¿Suele viajar con frecuencia al país vecino?
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–La presencia de la Raya es uno de los grandes atractivos de Extremadura: esa posibilidad de atravesar fronteras culturales y lingüísticas casi sin moverse de casa. Voy bastante por esas zonas rayanas y estoy enamorado de Marvao y Castelo da Vide.
–¿Recomienda a sus familiares y amigos que vengan de vacaciones o a vivir a Extremadura?
–Claro que sí. El otoño y la primavera extremeña son estaciones idílicas. Y el invierno es tan benigno que casi ni se nota.
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–¿Hay algunas costumbres o tradiciones que le hayan llamado especialmente la atención?
–Pues sí, al principio. Luego uno se va acostumbrando a todo e incluso asumiendo algunas de esas costumbres. Recuerdo que la primera vez que vi a alguien desayunar una tosta de pan con aceite me pareció una aberración mezclar el sabor del café con el aceite y el pan. Luego resultó que no estaba tan mal la cosa.
–¿Acude a fiestas de interés turístico o a acontecimientos culturales?
–Suelo acudir a menos eventos culturales de los que podría y hay disponibles. En parte porque viajo bastante fuera de la región y en parte porque me gusta la quietud del fin de semana. Pero he disfrutado mucho con los festivales de teatro clásico de Cáceres y de Mérida.
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–¿Qué es lo que más le gusta de la gastronomía extremeña?
–Las migas del pastor. Me parecen un alimento completísimo y muy sabroso. Y disfruto como nadie con las cerezas del Jerte.
– ¿Dónde ha viajado o va a viajar este verano?
–Estaré en Oviedo y en Asturias en agosto, sin viajar demasiado.
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