
El sitio lleva la palabra alemán en su nombre, está lleno de alemanes y el sacerdote que dirige la misa lo hace en alemán y en español con acento alemán, pero Berlín queda a 2.487 kilómetros por carretera. «Siempre que venimos aquí por este día hace este tiempo», comenta alguien. Y quizás no es casual. La meteorología se ha germanizado: chispea, hace un frío prematuro que cala los huesos, el cielo es gris oscuro y la niebla oculta los picos más cercanos de la sierra de Gredos. Estamos en España, Extremadura, Cáceres, Cuacos de Yuste. En el cementerio militar alemán. En la fecha en que se celebra el Día de Luto Nacional en Alemania, que en tal ocasión no olvida a los 26 soldados de la Primera Guerra Mundial y los 154 de la Segunda que murieron en España y están enterrados en este cementerio único en el país.
«Nuestro día de luto está dedicado a los fallecidos en las guerras o a causa de dictaduras o represión», sitúa Torsten Kasper, agregado adjunto de Defensa y por tanto, máxima autoridad del Ejército alemán en un acto que se celebra cada año desde 1983, cuando fue inaugurado este camposanto que costó 2,7 millones de pesetas (16.227 euros) y está situado unos 500 metros por debajo del monasterio de Carlos V.
Esta mañana se han juntado aquí militares alemanes (de los ejércitos de tierra y aire) que visten sus uniformes y se acompañan de sus familiares. Junto a ellos, miembros de la Policía Nacional y la Guardia Civil, el sacerdote católico Carlos Mathamel López y el alcalde de Cuacos de Yuste. Y están también dos parejas españolas: Pedro y María e Ignacio y Susana. «Venimos desde Cádiz -cuenta Susana-, hemos salido a las tres de la mañana, para llegar con tiempo al cementerio, un sitio que queríamos visitar porque a Ignacio le gusta mucho todo lo que tenga que ver con Alemania». «Yo nací en Badajoz, pero mis padres emigraron a Alemania, un país que siento como propio», explica Pedro, que lleva a los hombros una mochila con la bandera roja, amarilla y negra cosida. El pasado abril, al conocer la noticia de que habían roto nueve cruces del cementerio, este emigrante extremeño escribió a las autoridades germanas interesándose por el suceso. Le respondieron informándole de que estaban trabajando para sustituirlas y le invitaron al acto de ayer, en el que era obligado que esas cruces rotas acapararan una parte del protagonismo.
«Quedé muy consternado al conocer la profanación», asegura Wolfgang Dold, embajador alemán en España. «Tengo hijos con la edad de algunos de los soldados que están aquí enterrados, y eso hace que me parezca aún más incomprensible este acto de vandalismo».
La VDK (Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürgsorge, o Comisión de Conservación de Tumbas Militares Alemanas,) ya está en ello. Las cruces son de mármol -hace falta un buen martillo y cierta fuerza para quebrarlas-, las traen desde Bélgica, y la idea es «tener las nuevas para el Día de Luto Nacional del próximo año», avanza Kasper, el agregado adjunto de Defensa.
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